jueves, 21 de enero de 2010

La unidad del hombre


La conciencia de la unidad sustancial del hombre reside en lo más íntimo de la concepción cristiana de la vida. Lo atestigua la Sagrada Escritura, como se ha visto.El cuerpo es la expresión exterior de toda la persona humana.El alma intelectual es lo que hace que el hombre sea lo que es, pero el alma sola no constituye la esencia humana, ni se le puede tomar corno el único elemento en la definición del hombre. El hombre es, en definitiva, una unidad sustancial de materia y espíritu, una unidad íntima.Esta conciencia de la íntima unidad de alma y cuerpo evitará los peligros de cualquier manifestación de maniqueísmo. Esta doctrina afirma la indignidad de la materia, y, por consiguiente, del cuerpo; considera que el alma es el único elemento valioso del hombre, y que debe evitarse todo aquello que se relacione con la materia, pues será malo por naturaleza.La doctrina maniquea se manifiesta a lo largo de la historia de múltiples modos, pero siempre con una misma aplicación: alma y cuerpo son principios contrapuestos, bueno uno, malo el otro.Se pone de manifiesto cómo desde entonces (desde los primeros tiempos de la cristiandad) los cristianos no pudieron aceptar la doctrina maniquea sobre un cuerpo malvado y un alma buena. Y, a la inversa, tampoco podían sostener una concepción puramente biológica del cuerpo. Este no es un fin en sí mismo, está ordenado a un destino, unido al alma, que lo supera y le confiere su plenitud en la resurrección, irradiación beatificadora de la gloria del alma de Jesucristo. Así se explica la actitud cristiana frente al cuerpo. Se trata, ciertamente, de una búsqueda de la santidad y de un pleno despliegue de potencialidades; favorece el desarrollo armónico de todas las virtualidades físicas, pero es también dominio de sí y ascética. (Pablo VI).

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